¿DOS LEYES?
“...Hay un Dios, Padre, del cual proceden todas las cosas...”
Corintios 8:6. De Dios todas las cosas derivan su existencia. El que
creó y sustenta todas las cosas, con toda certeza tiene el derecho para
gobernarlas y controlarlas. Por esta razón El es representado en las
Escrituras como el único gran Legislador, que es capaz de salvar y de
destruir (vea Santiago 4:12). La existencia es derivada de la
benevolencia del Creador, todas las criaturas inteligentes son
responsables antes su justo gobierno. De toda la creación de Dios en la
tierra, sólo los seres humanos son capaces de aprender la distinción
entre lo justo y lo errado. De esta manera somos colocados bajo el
control de la ley moral.
Derivando nuestra existencia de un Ser de infinita pureza, fuimos
una vez inocentes, puros y justos. En el comienzo fuimos una vez los
súbditos leales de Dios - nuestro único Autor y legítimo Soberano. En
este tiempo Dios no se presentaba al hombre directamente en la posición
de un Salvador y Redentor, porque para entonces no necesitaba perdón del
pecado.
Porque debemos todo a Dios, como individuos, estamos bajo la suprema
obligación de amarlo con todo el corazón. Pero también hay una segunda
e igualmente importante obligación. Otros seres humanos comparten
igualmente con nosotros como criaturas de Dios y por lo tanto, tienen
los mismos derechos que nosotros. Debemos, por lo tanto, amar a nuestro
prójimo como a nosotros mismos. Aquellos dos grandes preceptos son la
suma de toda la ley.
Al rendir obediencia al primero de estos dos preceptos, la humanidad
no puede tener otros dioses delante del Señor; ni podemos hacernos o
adorar ídolos; tampoco debemos mencionar el nombre de Dios de una manera
irreverente; ni debemos ser descuidados para santificar el día de
Reposo del Señor que fue instituido en la Creación en memoria del día en
que el Creador descansó.
Es igualmente evidente nuestro deber hacia nuestros semejantes.
Este comprende nuestro deber hacia nuestros parientes y la más estricta
consideración por la vida, la castidad, la propiedad, el carácter y los
intereses de los otros.
La ley moral, dividida en dos partes y trazada o expresada en diez
normas o preceptos, es inmutable en su carácter ya que sus preceptos
fueron derivados del gran Legislador. Su existencia fluye de las
inmutables relaciones que la humanidad sostenga hacia Dios y hacia sus
semejantes. Esta ley es la gran norma de justicia de Dios, y después que
escogimos rebelarnos contra El, ésta llegó a ser la gran prueba para
mostrar al que peca, que está en error (vea Romanos 7:7).
Tal fue el origen y carácter de los preceptos de la ley moral. Su
proclamación por Dios mismo, escrita antes de su aparición en alguna
parte de la Biblia, suficientemente atestigua el gran valor que El
colocó sobre ella. De su misma naturaleza, existe tan tempranamente
como los principios de moralidad; de hecho, solamente estos principios
morales colocó por escrito.
Pero había un sistema de otras leyes que verdaderamente debían su
origen al pecado, un sistema que no habría llegado a existir si el
hombre no hubiera llegado a ser un transgresor. La violación de la ley
moral fue lo que dio origen a la existencia de la ley de los ritos y
las ceremonias, que era una sombra de las cosas buenas por venir. No
podía haber sacrificio por el pecado, sino hasta que el hombre llegó a
ser un pecador. En Edén, no podían haber tipos y sombras señalando
hacia el futuro reino del pecado a través de la muerte de Cristo, porque
el hombre era justo y no necesitaba tal redención. Ni Dios colocó en
el hombre antes de la caída la obligación de ordenanzas carnales, que
miraran hacia el tiempo de reformar las cosas; porque el hombre era
inocente y libre de malicia. ¡Entonces debe haber sido una violación de
la ley moral lo que causó la caída del hombre!
La razón expuesta por Satanás ante Eva fue que ella y su esposo
llegarían a ser como Dios si comían de aquel árbol (vea Génesis 3); y
como Adán no fue engañado (vea 1 Timoteo 2:14), es evidente que él
escogió seguir a su esposa antes que obedecer al Señor. De esta manera,
violaron el primer mandamiento de la gran ley moral de Dios.
Cuando el hombre hubo así llegado a ser un pecador y Dios le
prometió los medios de su redención, una segunda relación con respecto a
Dios fue traída a existencia. El hombre era un pecador, necesitaba
ser perdonado; Dios era un Salvador ofreciendo perdón. Es evidente que
la ley de tipos y ceremonias, que señalaban hacia la redención a través
de Cristo, debe su origen a la rebelión del hombre y a la infinita
benevolencia de Dios. Si el hombre no hubiera pecado, él no hubiera
necesitado tipos de futura redención, y si Dios no hubiese determinado
dar su Hijo para morir, El no habría instituido un sistema sacrificial
señalando hacia aquel gran evento. La existencia de una ley tal, es por
consiguiente, consecuencia del pecado; sus preceptos son de una
naturaleza ceremonial y su duración es necesariamente limitada por la
gran ofrenda que exigía el pecado. Desde la caída de Adán hasta los
tiempos de Moisés - cuando este sistema fue escrito - hasta la muerte de
nuestro Señor, este sistema sacrificial de tipos y ceremonias existió
como la sombra de cosas mejores por venir.
En el Nuevo Testamento, encontramos que la muerte de nuestro Señor
Jesucristo, como gran sacrificio por el pecado, era el antitipo o el
resultado final al cual todos los sacrificios apuntaban. El sacerdocio
de nuestro Señor Jesucristo en el Santurario Celestial es el gran
antitipo del sacerdocio levítico (vea Hebreos 8). El Santuario
Celestial es en sí mismo el gran original, el cual fue modelo del
santuario terrenal (vea Hebreos 9:23; Exodo 25:1-9). Y el arca del
testimonio de Dios en el templo celestial (vea Apocalipsis 11:19),
contiene esta gran ley moral. Así, bajo la nueva dispensación, vemos un
Sacrificio real en lugar de uno simbólico, un Sumo Sacerdote que
personalmente ministra y hace expiación (perdón y remoción del pecado)
por usted y por mí, quien además escucha nuestras oraciones sin que
tengamos que visitar personalmente un santuario o sacerdote en esta
tierra, y aquella ley que fue quebrantada por el hombre, es magnificada y
engrandecida al mismo tiempo que Dios perdonaba al pecador penitente.
Encontramos también que el Nuevo Testamento abunda en referencias
acerca de la diferencia esencial entre estas dos leyes - la ceremonial y
la moral - y la distinción es hecha claramente.
NO ES CAUSA DE CONFUSION
La ley moral es condicional “conforme a la ley del mandamiento
acerca de la descendencia” (Hebreos 7:16); y la ley moral es afirmada,
“porque sabemos que la ley es espiritual” Romanos 7:14. La una es
aquella ley que Cristo puso fuera del camino a su muerte (vea Colosenses
2:14); la otra ley es “la ley real” que Santiago afirma, es pecado
transgredirla (vea Santiago 2:8-12).
La ceremonial es una ley de la cual “es necesario que haya un
cambio” Hebreos 7:12. La moral es aquella ley de la que Cristo dijo,
“hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará
de la ley, hasta que todo se haya cumplido” Mateo 5:18. La una ley era
una “sombra de los bienes venideros” (Hebreos 10:1), y fue impuesta sólo
“hasta el tiempo de reformar las cosas” Hebreos 9:10. Pero la otra era
un código moral, del cual es dicho por Juan, “todo aquel que comete
pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”
1 Juan 3:4. La una es un yugo imposible de ser llevado (vea Hechos
15:10); la otra es aquella “ley de la libertad” por la cual seremos
juzgados (vea Santiago 2:8-12). La ceremonial es aquella ley que Cristo
“abolió en su carne” (vea Efesios 2:15); la moral es aquella ley de la
cual El dijo “no he venido a abrogar” (vea Mateo 5:17). La una es
condicionada “el acta de ordenanzas” “que era contraria a nosotros”, que
fue clavada en la cruz y puesta fuera del camino (vea Colosenses 2:14).
La otra es aquella ley que el vino a engrandecer y magnificar (vea
Isaías 42:21). La una era una ley temporal que fue anulada “por causa
de su debilidad e ineficiencia” (vea Hebreos 7:18); la otra es una ley
eterna e inmutable que no puede ser invalidada: “¿Luego por la fe
invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley”
Romanos 3:31. La una es aquella ley que mediaba entre los judíos y los
gentiles (vea Efesios 2:14); la otra es aquella ley, la obra de la cual,
aún los gentiles, es dicho tendrán escrita en sus corazones (vea
Romanos 2:14-15). La ceremonial es la ley de mandamientos contenida en
ordenanzas (vea Efesios 2:15); la ley moral son los mandamientos de
Dios que es deber de toda la humanidad guardar (vea Eclesiastés 12:13).
Esta gran ley moral de 10 mandamientos es traída a la luz por el
mensaje del tercer ángel (vea Apocalipsis 14:9-12). Esta es la ley que
el remanente de la simiente de la mujer estará guardando cuando el
dragón haga guerra contra ella (vea Apocalipsis 12:17). Esta ley moral
asegurará a todos aquellos que la guarden, el derecho a entrar en el
cielo y a comer del árbol de la vida (vea Apocalipsis 22:14).
Ciertamente, estas dos leyes no deben ser confundidas. La ley moral
fue engrandecida, magnificada, establecida y es santa, justa,
espiritual, buena y real; mientras que la otra era carnal, sombría,
gravosa, y fue suprimida, abolida, puesta fuera del camino, clavada en
la cruz, cambiada y anulada a causa de su debilidad e inutilidad.
Es verdad que los preceptos de la ley moral están diversamente
esparcidos a través de los libros de Moisés y mezclados con los
preceptos de la ley ceremonial. Pero esto no puede ser de ninguna
manera la causa para incluirla como parte de esta ley ceremonial ni
tampoco asociarlas. La ley moral es tan eterna como Dios, mientras que
la ley ceremonial solo estuvo en vigencia hasta la muerte de Cristo en
la cruz. Aquellos que comprenden correctamente la palabra de verdad
nunca confundirán estas leyes que son esencialmente diferentes, ni
aplicarán a la real ley de Dios el lenguaje empleado con respecto a las
ordenanzas escritas.
Que los diez mandamientos son un código perfecto en sí mismos,
proviene de diversos factores: Dios los declaró con su propia voz y es
dicho que, “El no añadió más” (vea Deuteronomio 5:22), mostrando así que
el había dado una ley completa. El los escribió en sólo dos tablas de
piedra con su propio dedo, otra prueba de que este era un completo
código moral (Deuteronomio 9:9-11). El dispuso que sólo ésta fuera
colocada bajo el propiciatorio en el segundo departamento del santuario
(vea Exodo 30:6; Hebreos 9:4-5), una prueba evidente de que esta era la
ley que hacía una expiación necesaria porque había sido quebrantada. Y
Dios expresamente declara que El escribió sobre las tablas de piedra,
una ley y mandamientos (vea Exodo 24:12).
Ambas leyes tenían Reposos o Sábados, de tal manera que había claras
diferencias entre ellos. El Reposo en el séptimo día, originado en el
Edén antes del pecado, como parte de la inmutable ley de Dios y que
siempre ha ocurrido en el séptimo día que nosotros hoy llamamos Sábado.
Mientras que los días de fiesta, Sábados originados después del pecado
como parte de la ley ceremonial, y que podían tomar lugar en cualquier
día de la semana. El séptimo día Sábado fue escrito sobre piedra por el
propio dedo de Dios. Mientras que los días festivos sabáticos fueron
escritos en tela, papel o piel, por el dedo de Moisés. El séptimo día
Sábado, junto con los otros nueve mandamientos, fue colocado en el arca
directamente debajo del propiciatorio con la gloria de la presencia de
Dios encima (vea Exodo 30:6, 40:20, 34), significando que ellos debían
estar vigentes permanentemente y eran inmutables. Mientras que los días
de fiesta sabáticos fueron colocados a un lado del arca (vea
Deuteronomio 31:26), significando que ellos debían tener vigencia sólo
temporalmente hasta que su propósito fuera cumplido. En el séptimo día
Sábado, no se podían cocinar los alimentos sino que todo alimento debía
ser preparado y cocinado en el sexto día o día de la preparación (vea
Exodo 16:23). Mientras que en los días de fiesta sabáticos usted podía
preparar y cocinar sus alimentos (vea Exodo 12:14-16). Y en el séptimo
día Sábado, ningún trabajo debía ser hecho - ni aún leña debía ser
recogida para la preparación de alimento (vea Números 15:32-36).
Mientras que en los días de fiesta sabáticos podía ser hecho el trabajo
de recolección de diversas ramas de árboles (durante las fiestas de los
tabernáculos) a fin de construir cabañas para acampar (vea Levíticos
23:34-40).
Así que, hay una clara diferencia entre el inmutable cuarto
mandamiento de la ley moral de Dios para santificar el séptimo día
Sábado, y los temporales tipos y sombras de los días de fiesta sabáticos
de la ley ceremonial. El séptimo día Sábado fue “hecho para el hombre”
antes que él hubiera caído en pecado; por lo tanto, éste no puede ser
un tipo o sombra señalando a la muerte de Cristo y, por consiguiente no
puede haber sido clavado en la cruz, sino que continúa señalando hacia
atrás, al comienzo de la historia de esta tierra y al Creador de todos
nosotros. Pero los días de fiesta sabáticos, como también todos los
otros tipos de la economía judía, vinieron a existencia después que el
hombre había caído y necesitaba un Salvador; por lo tanto, fueron una
sombra señalando adelante a la redención y fueron verdaderamente
clavados en la cruz (vea Colosenses 2:14).
AUN HOY SE DEBE GUARDAR EL SABADO DE LA BIBLIA
Pablo, sin embargo, declara que el pueblo de Dios continuaría
guardando el séptimo día Sábado de la ley moral después de la muerte de
Cristo, pero en ninguna parte expresa la necesidad de guardar los
sábados ceremoniales o santificar cualquier otro día de la semana.
“Porque en cierto lugar dijo (Dios) así del séptimo día: Y reposó
Dios de todas sus obras en el séptimo día....Por lo tanto, queda un
reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo,
también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos,
pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante
ejemplo de desobediencia.” Hebreos 4:4, 9-11.
Debe ser evidente para todo aquel que desea ver, que al suprimir las
ordenanzas escritas de la ley ceremonial, le concede fuerza a cada
precepto de la ley real, además de que la ley de sombras señalaba hacia
delante a la muerte de Cristo, expiró cuando aquel evento ocurrió. El
quebrantamiento de la ley moral fue lo que causó que el Salvador diera
su vida para salvarlo a usted y a mí del pecado. Así que, la
continuidad y la sagrada inmutabilidad de los diez mandamientos puede
ser juzgada por el hecho de que Dios dio a su único Hijo para tomar su
maldición sobre El mismo y morir por nuestra transgresión de ésta.
Por la gracia de Dios despertemos a nuestro deber y recordemos
paciente y fielmente guardar todos los diez mandamientos de la ley moral
a través de la fe en la justicia y el poder de Cristo, con lo cual
obtendremos vida eterna y estar con Dios para siempre.
“Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”
“Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para tener
derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas de la ciudad.
Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los
homicidas, los idólatras y todo aquel que ama y hace mentira.”
Apocalipsis 14:12, 22:14-15.
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